miércoles, 22 de octubre de 2008

Cuando la defensa se vuelve un ataque


La ansiedad es una respuesta normal ante situaciones potencialmente peligrosas. En similar forma que nuestros compañeros animales, siempre que nos encontramos en situaciones que pueden resultar peligrosas para nuestra integridad o la de los nuestros, nos preparamos para dos reacciones posibles: el ataque o la huida. Es así que nuestros sentidos se vuelven hiperalertas, detectando cualquier mínimo cambio o movimiento sospechoso en nuestro medio ambiente. También se activa nuestro sistema nervioso parasimpatico, responsable de los mecanismos de reacción automática: aceleración del ritmo cardíaco, tensión muscular. Todas estas funciones de nuestro cuerpo tienen la única misión de prepararnos para enfrentar o huir del peligro. Nuestros músculos se hallan listos para correr o atacar, nuestro torrente sanguíneo irriga rápidamente nuestras extremidades, hasta llegar incluso a hacernos sentir "hormigueos". La respiración se agita, para nutrir de oxígeno a nuestro organismo y en muchos casos esta "sobreoxigenación" nos produce mareos.
Conclusión: la naturaleza es sabia, y nos dotó de un sistema de defensa eficiente para nuestra supervivencia. Pero...

Lara sale a trabajar como diariamente lo hace desde algún tiempo. Camina por la avenida, tratando de llegar lo antes posible a tomar el colectivo. A mitad de camino, empieza a sentirse un poco nerviosa, comienza a sudar, siente que se le acelera el corazón, le tiemblan las piernas y cree que esta a punto de desmayarse. Se apoya en la pared y todo resulta peor: la cabeza le da vueltas, le falta el aire, le tiembla todo el cuerpo. A los diez minutos está como si nada ... No tiene idea de que le pasa. Hace un tiempo que viene sintiéndose así, y ya se cansó de visitar varios médicos, que le dicen "no tenés nada..."

Muchas veces, nuestro sistema de defensa se activa "solo". Si estuviéramos en medio de un asalto o de un accidente, todo el mundo (incluso nosotros mismos) lo veríamos como una reacción natural. Pero cuando se activa sin motivo aparente, tenemos un problema. En ese caso, la ansiedad se convierte en un enemigo que puede tomar diferentes formas. La buena noticia es que este enemigo tiene los días contados. Unos de sus puntos de ventaja es la invisibilidad: cuando lo descubrimos ya tenemos el 50% del terreno ganado. El otro 50% es entrenamiento.